viernes, 18 de agosto de 2017

El arte de volar

Los bandos de Espátulas no dejan de sorprendernos por su extraordinaria belleza. Como decía Cesare Pavese (1908-1950), la sorpresa es el móvil de cada descubrimiento. Y el corredor migratorio Playa de la Barrosa-Cabo Roche no para de asombrarnos con estas aves en movimiento camino de sus cuarteles de invernada en África. Ya hablamos de "las cuerdas de vida" y que mejor ejemplo que los videos que os ponemos a continuación. Grabados desde Torre Bermeja (Chiclana de la Frontera) en días de levante en los que estas aves son capaces de "saltar" hacia la costa marroquí sorteando estos obstáculos meteorológicos.
Dejemos volar la imaginación y crucemos con ellas hacia otro continente, hacia otra vida mas al sur.


  Bando enorme de Espátulas. Torre Bermeja. Autor: Daniel Oviedo

  Bando de Espátulas espumando. Torre Bermeja. Autor: Daniel Oviedo

 Bando de Espátulas por el Castillo de Sancti Petri. Autor: Daniel Oviedo

 
No queremos dejar de mencionar otra especie importante en esta "Threskiornithidae avenue" como es el Morito (Plegadis falcinellus) y de los innumerables bandos que observamos y como prueba de ello, el video que grabamos a su paso por Torre del Puerco en Chiclana de la Frontera.


Bando de Moritos por Torre del Puerco. Autor: Daniel Oviedo



martes, 15 de agosto de 2017

Espátulas, nutrias y lobos en el río Iro

Articulo publicado en el periódico de Chiclana el día 10 de agosto de 2017 

Entre la fauna asociada al río Iro sobresalen las espátulas que siguen su cauce durante la migración a África y las nutrias que descienden por sus aguas hacia la marisma, pero también en su cuenca acogió al lobo o al torillo, ave ya extinta hace poco más de una década.


IRO XXI | Chiclana

El río Iro pone en comunicación las marismas más agrestes de la Bahía de Cádiz –las últimas en transformarse en salinas, allá por 1850– con lo que antiguamente se llamaba la “salvajina” de las sierrezuelas de “Bejer et de Medina” y los arroyos que le son tributarios, como la Cueva, el Palmetín y el Salado.Todos los brazos de agua son, como el río Iro, vías de comunicación para los animales. Más allá de la sobresaliente avifauna del Parque Natural de la Bahía de Cádiz que habita también el río hacia su desembocadura en el caño de Sancti Petri, destaca el paso migratorio de la espátula (Platalea leucorodia). Gracias al proyecto “Limes Platalea” de la Sociedad Gaditana de Historia Natural, se ha convertido en la gran protagonista del turismo ornitológico en Chiclana. Entre la playa deLa Barrosa y cabo Roche atraviesan entre julio y octubre hacia África entre 10.000 y 15.000 espátulas, prácticamente la totalidad de la población de Europa occidental (más específicamente, la de la vía de vuelo del Atlántico Este), mayoritariamente procedente de los Países Bajos, pero también de Bélgica, Alemania o Gran Bretaña. Sin embargo, hay una parte de estas espátulas que mantienen una extraordinaria vinculación con el río Iro, ya que siguen su curso hacia el interior y cruzan por el Faro de Roche, aproximadamente desde la desembocadura del río del mismo nombre, en su vuelo hacia Mauritania y Senegal.

“Sí hemos visto que el río Iro es una vía secundaria de las espátulas sedimentadas en la Bahía de Cádiz –explica Javier Ruiz, uno de los coordinadores del proyecto “Limes Platalea”–. Muchas de las espátulas llegan al anochecer y se suelen concentrar en las salinas La Matilde y Rubial grande, entre San Fernando y Chiclana, que son vecinas de un antiguo caño que se hizo luego estero y que se conoce como Los Hermanos”. Ese viejo caño cerrado como estero conserva en medio unas grandes islas, toruños, que utilizan muchas aves para descansar. Entre ellas, espátulas que llegan del norte en plena migración al atardecer. Se quedan ahí durante la noche y al amanecer sobrevuelan el caño de Sancti Petri y enfilan la playa de La Barrosa. “Pero algunas, en vez de hacer eso –revela Javier Ruiz–, cogen altura y enfilan el curso del río Iro hacia el interior atravesando el núcleo urbano de Chiclana y cuando ya ven la Laguna de la Paja se dirigen hacia los pinares del Colorado y siguen la cuenca del río Roche hacia África”.


Hay otro aspecto de la cuenca del río Iro que nos interesa. Por ejemplo, la Dehesa Boyal, con su gran palmital. En él habitaba una ave desaparecida en los últimos lustros, y que se conocía como el fantasma del palmital, y que era el torillo (Turnix sylvatica). Parecía una codorniz, pero  era de la familia de las grullas. En la Dehesa Boyal es donde probablemente se le escuchó cantar por última vez en Andalucía, canto que parecía, por cierto, un mugido lejano, de ahí su nombre. Ese Torillo vivía en territorios tributarios del río Iro.

Otra peculiaridad del río Iro es que se comporta durante el invierno como zona de inclusión también de mamíferos como la nutria (Lutralutra).Las nutrias son uno de los mustélidos que habitualmente viven en agua dulce, pero además pueden perfectamente hacerlo en agua salada. Eso sucede en la Bahía de Cádiz y también en el Cantábrico, con ríos de cauce muy corto, pero caudalosos, que usan las nutrias para salir al mar y comer peces. Es lo que ocurre en el río Iro, que usan las avenidas invernales para llegar a los esteros de la Bahía de Cádiz donde se alimentan de cangrejos, lisas o doradas.“Los viejos salineros cuentan precisamente esto, cómo por las noches las nutrias bajaban. Era un animal habitual de ver. Ahora mucho menos, pero aún bajan por el río Iro”, añade también Javier Ruiz. 

Como sucedía con los lobos. El lobo (Canis lupus signatus) azotó Chiclana hasta bien entrado el siglo XIX. De hecho, durante la Guerra de la Independencia, en 1813, en el diario “El Redactor General” apareció la siguiente noticia: “Una plaga de lobos hambrientos infesta la campiña de esta provincia […], siendo un hecho constante que llegan hasta las mismas casas de Chiclana, Puerto Real y otros pueblos de la comarca, en cuyos territorios nunca o raras veces se vieron tales fieras”.Eso tenía una explicación por el monte bravío. La abundancia de lobos en el bosque de alcornoques, acebuches, de pinos, venía de largo. En 1705-1706, en su “Viaje por Andalucía”, Jean Baptiste Labat se quejaba de la enorme abundancia de lobos en los pinares de Conil y Vejer. Son también las del Iro, las vecinas tierras de “El lanchar”, un famoso cazadero ya descrito entre 1340-1350 en el “Libro de la Montería” de Alfonso XI, conservándose desde entonces el nombre del lugar. Los últimos lobos en la provincia de Cádiz fueron cazados a principios del siglo XX. 


¿SABÍAS QUÉ?
1. Las formaciones de los bandos de espátulas son variadas, adoptan hermosas formas, vuelan sobre la arena de la playa o casi tocan el mar... Los bandos lo componen desde pocos individuos hasta cerca de doscientos.
2. El proyecto “Limes Platalea” tiene en la Torre del Puerco un observatorio permanente. Hasta finales de octubre, pasan espátulas durante todo el día, especialmente entre las diez de la mañana y la una de la tarde.
3. Entre la avifauna que anida en las marismas y salinas de Chiclana destacan, por número, siete especies, que son, como los llamamos aquí: el gallagolito (chorlitejo patinegro), el charrán (charrancito), el zancúo (cigüeñuela), el dominico (avoceta) el alcatrán (gaviota patiamarilla) y, la más carismática de todas, el palitroque o paleto (espátula común).
4. Tan importante el río Iro como lo son los cercanos terrenos tributarios de la laguna de Jeli, de la Paja, de Montellano o la de Santa Cruz, cerca al Pago del Humo, que ya desapareció, pero que de vez en cuando con las lluvias se forma y recibe el nombre de “laguna de Rodeo”. Son sitios soberbios desde el punto de vista de la avifauna.


 

Espátulas, sol y playa



Para los que no habéis leído el libro “La migración intercontinental de la Espátula (Platalea leucorodia)" y en concreto el capítulo titulado “La migración invisible que estaba a la vista de todos” escrito por Benigno Varillas os enlazamos otro artículo de opinión escrito por Juan Carlos Rodríguez y publicado en el Diario de Cádiz el 23 de julio de 2017 donde se cuenta también como fueron los orígenes del proyecto Limes Platalea.

Javier había ido aquel día a La Barrosa como otras muchas tardes. Leía tumbado sobre la arena junto a su mujer, María José. Leía y no escuchaba ni el gentío ni las olas. Ni siquiera veía el cielo, azul, claro y refulgente, retocado apenas con alguna leve pincelada de nubes. Ni mucho menos veía ni oía a su mujer: "Javi, mira lo que vuela…". Javier Ruiz era -es- un naturalista apasionado, devoto ornitólogo y amante de la historia y de su ciudad. Pero aquel día, como tantos otros, Javier leía y se evadía del espléndido tumulto de sombrillas, toallas, niños y veraneantes que se solazaban sobre la espléndida playa. "Javi, mira que no es normal". Pero Javier no miraba. No le gustaba tumbarse al sol y mucho menos con tanta compañía. No quería salir del trance y enfrentarse a la visión de La Barrosa un día de agosto. Un día como cualquier otro de verano, al menos así le parecía. "Mira, mira". Y Javier acabó por levanta la vista por no oír más a su mujer. Y no vio nada. Así que miró a María José: "Estaban ahí ahora mismo, pero a veces parecen invisibles". Ya. Y siguió leyendo. "Ahí están otra vez, mira". Y entonces volvió a levantar la vista hacia el cielo. Y las vio: gaviotas no eran; sí, espátulas, un bando volando en formación ya hacia Roche. Iba a volver a su libro, cuando María José dijo: "Ya es el cuarto que pasa. Y miran los que vienen detrás…".


María José Morales, farmacéutica analista, había acabado de descubrir uno de los espectáculos más extraordinarios que la naturaleza ofrece cada verano sobre la cabeza de los miles de bañistas de La Barrosa: el paso migratorio de las espátulas (Platalea Leucorodia) hacia África. Ese día sobre La Barrosa hace siete años, es lo único que acertó a decir Javier asombrado por el centenar de aves que volaban sobre los miles de bañistas: "Pero si van en paso migratorio". Y repasó en un instante lo que sabía de aquellas aves batientes y planeadoras, blancas, con su pico con forma de pala, una de las abanderadas de la ornitología española: "¿Por qué no van por Gibraltar?". "¿No cruzaban de noche?". Así que Javier los días siguientes cogió la tumbona, las toallas, y nada más volver a su casa de La Barrosa desde el laboratorio de La Banda corría hacia la playa. Nunca antes había mostrado tantas ganas. También llevaba los prismáticos, el catalejo, y sustituyó el libro por leer el cielo y contar espátulas: ahí están otra vez… un bando, dos, tres. Era finales de agosto de 2011. Y llamó a Paco Hortas, profesor de la Universidad de Cádiz y compañero de la Sociedad Gaditana de Historia Natural. Y se convirtieron en vigías de sol a sol.

A agosto, le sucedió septiembre. Y el espectáculo creció aún más. Cambiaron la playa por la Torre del Puerco, y contaban, anotaban, se entusiasmaban, examinaban los bandos, llamaban a más y más amigos naturalistas. Sabían que estaban ante todo un descubrimiento: el de una ruta migratoria, desconocida hasta entonces, desde los Países Bajos hasta Mauritania y Senegal. La mayor parte de la población europea de espátulas elige el corredor migratorio Playa de La Barrosa-Cabo Roche para su "salto" postnupcial a África tras detenerse en las marismas de Doñana o del Odiel. Javier Ruiz y Paco Hortas -junto a medio centenar de voluntarios del proyecto Limes Platalea, que pusieron en marcha en el verano siguiente- han llegado a contabilizar entre 10.000 y 15.000 aves cada año, entre finales de julio y principios de octubre. "Ha habido días de dos mil", admite Javier Ruiz. Entre la primera campaña en 2012 y la del año pasado, 2016, el proyecto Limes Platalea ha examinado el vuelo de más de 60.000 espátulas. "Lo mejor es que ese extraordinario espectáculo de la ornitología sucede sobre la cabeza de miles de bañistas", como afirma Javier Ruiz. Y que, como él aquel día, no levantan la cabeza. Pero lo que sucede es único.
 

Oír a Javier es contagiarse de su entusiasmo. "Las hay que vuelan a ras del mar y las olas, las hemos bautizado 'espátulas espumadoras', como se llamaban a las barcazas de los piratas berberiscos que camuflaban su vela latina con la espuma del oleaje", explica. Hoy, apenas siete años después, hasta en Holanda han admitido esa denominación y el asombro por el proyecto Limes Platalea. "Limes", de frontera en latín, como referencia a Europa y África, pero también como reivindicación de Chiclana, Conil, Vejer, los escenarios migratorios, como extraordinarios espacios onitológicos. Y "Platalea", en alusión al nombre científico de la espátula (Platalea leucorodia). El eco -y el reconocimiento- ha sido extraordinario. Y no solo por la inquebrantable capacidad movilizadora de sus coordinadores, Javier Ruiz y Paco Hortas, hoy presidente de la Sociedad Gaditana de Historia Natural, sino porque ha convertido La Barrosa también en meca del potente turismo ornitológico y científico. La espátula como seña de identidad. Aquí, al pie mismo de la playa de La Barrosa, junto a las marismas de Sancti Petri a las antiguas salinas del Parque Natural de la Bahía de Cádiz, es donde comienza la "gran Doñana", aquí donde miles de bañistas retozan cada día, ajenos a las escuadras de espátulas que empiezan a volar sobre sus cabezas. Excepto Javier, Paco y su tripulación de voluntarios, de nuevo entusiasmados en la Torre del Puerco. El gran espectáculo comienza otra vez.

Enlace al periódico: Espátulas, sol y playa