miércoles, 4 de septiembre de 2013

La espátula y el prodigio de su invisibilidad


No deseamos hoy disertar sobre el motivo por el cual las espátulas son blancas. Pero es probable que en un ave que pasa la mayor parte de su vida en aguas salinas y someras, con gran capacidad calorífica (alta inercia térmica), la casi permanente reflexión de la luz en las mismas (todo ello en latitudes habitualmente cálidas), la termorregulación sea el “modelador evolutivo” de esta manifestación fenotípica. Siendo blancas, son reflectantes y el mecanismo de intercambio térmico parece evidente, sin olvidar otros como la conducción (exposición del cuerpo con una superficie de diferente temperatura, aire o agua), convección (exposición al viento) y la radiación (emitir o recibir pasivamente energía radiante por la diferencia entre la temperatura del ave y el ambiente) y la evaporación (perdida de calor por el vapor de agua del aire exhalado en la respiración).

Pero lo que nos ocupa es llegar a un hecho en el que coincidimos todos los observadores del Limes, veteranos o no, así como nuestros visitantes. Cuando detectamos un bando, las espátulas desaparecen por momentos de nuestra vista, ya sea cuando están en la lejanía o cerca. A veces, solo las podemos ver cuando las tenemos sobre nosotros. O las vimos pero desaparecieron sin saber por donde se marcharon.

Tenemos una aventurada teoría que podría explicarlo.

Las condiciones de luminosidad en la costa de Cádiz y más donde nos encontramos, en la cercanía de la Bahía (un “espejo” de aguas permanentes de más de 15.000 ha.) son excepcionales. Pero a esta hay que sumar la permanente humedad de las neblinas costeras o de brumas (la evaporación en el encuentro de las masas de aire frío del océano  bajo el aire templado del interior). Ambos factores hacen que la reflexión de la luminosidad  sobre el ave y la humedad en funciones de infinitos micro espejos -modifique la visible dirección natural de la luz, haciéndolas invisibles al ojo humano-. Es el mismo principio en que se desarrollan las modernas patentes del camuflaje militar más avanzado. Por otro lado, el hecho también de que nos vengan de frente, en su perfil al viento más discreto, complica la detección. Más si como en esta campaña de frecuentes vientos del este, las aves vienen altas y en la interfase de brumas/cielo despejado (+ 100 m.), es decir cuerpos blancos sobre un entorno muy blanquecino.



Es curioso, pero detectar espátulas en la distancia es más bien una suerte de “telégrafo óptico”, donde esperamos poder verlas en una de las evoluciones formales del bando para que nos faciliten observar su dorso. Así, nos espetamos unos a otros “las vemos… ahora no las vemos...” Afortunadamente al progresar los bandos, la misma luminosidad que nos las ocultaba, pronto nos da un contraluz más o menos acusado que las delata. 


En todo caso, estos detalles de campo que os contamos son unas de las particularidades que repetidamente nos hacen decir, que ver las espátulas migrar en este corredor, no se parece en nada a lo que en otros sitios con presencia de espátulas podréis contemplar.

Una vez más, estamos abiertos a enmiendas y aportaciones que nos hagan más certeros en estos complicados aspectos de la ornitología descriptiva de esta migración.

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